Declaración sobre el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas

Este año, al conmemorar el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, nuestra determinación es más fuerte que nunca, acompañada de un renovado sentimiento de esperanza. Nuestra aspiración colectiva es poner fin al sombrío recuento de víctimas, detener el crecimiento de la lista de desaparecidos forzosos, tanto dentro de nuestras naciones como en todo el mundo.

Sin embargo, el mundo sigue enfrentándose a una crisis generalizada. Las potencias imperialistas persisten en su implacable explotación de los recursos mundiales, perpetuando su explotación de las poblaciones desfavorecidas y marginadas en todas las naciones mediante regímenes serviles y alianzas impías con las élites gobernantes locales. Aunque las secuelas de la pandemia mundial siguen siendo una carga para la población, los obstáculos duraderos de la opresión y la represión sistémicas persisten como retos formidables que exigen nuestra confrontación y resistencia decididas.

En este contexto persiste el atroz acto de la desaparición forzada. Muchas de las personas desaparecidas, si no todas, desempeñan papeles significativos en sus respectivos contextos y luchas. Son precisamente estas voces las que las fuerzas del Estado y los fascistas pretenden silenciar. A través de la fuerza, son arrancados de sus familias, seres queridos y de las comunidades más amplias de las que forman parte y junto a las que luchan. Las desapariciones forzadas son una cruda realidad.

La justicia se muestra esquiva para las víctimas de desapariciones forzadas, principalmente debido a la ausencia de un gobierno o Estado dispuesto a reconocer abiertamente una política de secuestros y desapariciones. Los orquestadores de estos secuestros, las fuerzas del Estado, permanecen sin nombre y sin rostro, manteniendo un inquietante silencio en torno a sus acciones, incluso mientras ascienden en el escalafón gracias al clientelismo y el oportunismo.

Aunque acuerdos internacionales como la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas se esfuerzan por lograr la aceptación y promulgación universales, muchos Estados aún no los han adoptado. Nuestro llamamiento a estas naciones para que firmen la Convención se hace aún más urgente al tiempo que les exigimos justicia y rendición de cuentas por la historia de desapariciones forzadas que abarca desde regímenes pasados hasta la actualidad.

Persistimos en nuestra exigencia de justicia y nos comprometemos a reforzar nuestro apoyo a las víctimas y familias afectadas por las desapariciones forzadas en América Latina, Asia, África y el Mediterráneo. Hoy nos solidarizamos recordando a todos los desaparecidos. Extendemos nuestro apoyo a las familias que luchan por localizar a sus seres queridos desaparecidos y llevar a los culpables ante la justicia.

A lo largo de la historia, las familias de los desaparecidos han dejado una huella indeleble, concienciando al mundo sobre el delito de la desaparición forzada. Sus esfuerzos han obligado a los regímenes a responder a nuestras peticiones de justicia y a exigir responsabilidades a los culpables, a pesar de lo arduo y prolongado del camino.

Y lo que es más importante, hemos logrado modestas victorias en este empeño, asimilando la lección de que la justicia exige una batalla firme. No obstante, incluso en medio de la pandemia mundial, las fuerzas de seguridad de numerosos países persisten en el secuestro y la desaparición de personas para reprimir la disidencia y sofocar las protestas.

Sorprendentemente, más de una década después de su ratificación, un número considerable de Estados aún no han adoptado la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas. Debemos persistir en nuestro compromiso con las Naciones Unidas, alzando las voces de los desaparecidos y lanzando al mismo tiempo campañas para concienciar e iniciar movilizaciones en nuestros países de origen.

Debemos contrarrestar activamente los monstruosos y engañosos esfuerzos de los perpetradores y los elementos del Estado. Nuestra determinación de denunciar sus ataques contra los defensores de los derechos y las familias de las víctimas debe seguir siendo firme. Estos intentos no son más que esfuerzos desesperados por silenciarnos y hacer que nuestras acciones sean intrascendentes, mientras se relega a los desaparecidos al olvido.

Mientras las desapariciones forzadas sigan siendo una política sancionada por el Estado, y el enjuiciamiento y la culpabilidad de los autores sigan siendo difíciles de conseguir, debemos armarnos de valor y mantenernos firmes. En última instancia, la batalla contra las desapariciones forzadas vencerá en las calles y en las plataformas de protesta.

Sacando fuerzas de los desaparecidos y de los pioneros de la lucha contra las desapariciones forzadas, no dejemos que ni una pandemia ni las atrocidades mermen nuestras voces de protesta: ¡Sacad a la luz a los desaparecidos! ¡Exigir justicia para las víctimas! ¡Detengamos las desapariciones forzadas! ###